1. El síndrome del oso panda (1)


    Data: 22/05/2020, Categorie: Sesso di Gruppo Autore: Vero_y_Dany, Fonte: xHamster

    ... introducirse más de un centímetro quizá.—¿Qué deseas que haga? —me preguntó con su voz profunda.—Yo… yo… —tartamudeé.—¿Quieres sentirme dentro de ti? —inquirió de nuevo.—Sí. ¡Sí!. Por favor, Germán, por favor —rogué, sin sentir vergüenza alguna.Pero no lo hizo, o al menos no inmediatamente. Prosiguió con su juego, solo que ahora cada vez que su pene tomaba contacto con mi feminidad, se introducía un poco más que la vez anterior. Aquello duró un tiempo interminable para el deseo que me consumía. Y cuando solo la mitad estuvo dentro, perdí completamente la conciencia de mí misma, un nuevo orgasmo me invadió por entero, mis manos fueron a sus nalgas, y tiré de él en mi dirección hasta que, ¡por fin!, la totalidad de su erección estuvo muy dentro de mí.—¡Germán! —chillé—. ¡Oh, Dios mío!, por favor, sigue, ¡sigue…!Pero Germán estaba inmóvil, lo que no fue obstáculo para que una serie de convulsiones intensísimas me recorrieran, en un clímax que duró una eternidad y un suspiro al mismo tiempo.Me estaba mirando de nuevo, con aquella semisonrisa…—Ven Vero, tiéndete boca abajo —ordenó con su voz de ruego.«¡Oh, no, por ahí no» —gemí interiormente.Pero le obedecí sin rechistar, y sin reconocerme en la mujer que se estaba prestando a aquello…Puso las manos en mis ingles y me elevó, hasta dejarme apoyada sobre manos y rodillas. Esperé expectante. Recordé las quejas de una compañera de la universidad, a la que su novio obligaba a tener sexo anal, y me mordí los labios.Una eternidad ...
    ... después, su glande tomó contacto con mi periné, muy cerca de lo que yo creía su objetivo. Un segundo, y estuvo apoyado en el orificio por el que aún no había entrado nadie. Apretó ligeramente, y para mi sorpresa, me invadió una sensación indescriptible: quería y no quería que lo hiciera. Me temblaban las piernas y los brazos, y estuve en un tris de derrumbarme de morros en el lecho.—¿Te han penetrado alguna vez por aquí? —preguntó su voz a mi espalda.—No, no… —balbuceé.—¿No te lo han hecho, o no quieres que lo haga? —inquirió.—Yo… no sé, Germán.—Está bien, cariño —dijo él—. Lo dejaremos para otra ocasión, cuando estés preparada y me lo pidas.Sentí su dureza deslizarse hacia abajo, con un sentimiento que era de gratitud y de decepción simultáneamente, no puedo expresarlo mejor. Me hizo dar la vuelta y quedar tendida boca arriba. Apoyó el pene en la entrada de mi vagina, y fue penetrándome lenta, suavemente.Comenzó a embestir y retirarse despacio. Me mordí el dorso de la mano para no gritarle que lo hiciera más rápido.Segundos después, una ola de placer comenzó a crecer en mi interior. Suave, morosamente.Sentía en mi vagina empapada, que oprimía su miembro, el placer infinito de su roce, y la ola fue creciendo, incontenible.Su ritmo se incrementó, y con él, mis sensaciones; estaba muy cerca de la meseta… El orgasmo me invadió, imparable. Como desconectada de mi cerebro, mi boca comenzó a exhalar pequeños gemidos, que iban in crescendo, al mismo ritmo de mis contracciones, cada vez más ...